contacto

otto.luhrs@gmail.com

lunes, 11 de octubre de 2010

La alquimia maligna

Por Otto Lührs



El pensar e implementar ciudades para la gente, visibiliza una metamorfosis paradigmática, presente, influyente, invasiva, y aún así, invisible.




Las estructuras blandas están endurecidas y las duras se han ablandado.




El tejido cerebral, cortical o profundo, despensa simbólica de ideas, valores, prejuicios, concepciones o convicciones, génesis de nuestras acciones, es extremadamente blando, frágil, aparentemente vulnerable.




Y la infraestructura urbana, aceras, calzadas, soleras, muros o puentes, formada principalmente por cemento, fierro, asfalto, algo de madera o algún sintético, es dura, sólida. Son estructuras indeformables, salvo que participen artes que empleen herramientas y técnicas específicas, personal especializado y no pocos recursos.




Y sin embargo, la búsqueda de relación lógica entre la despensa simbólica de las ideas y la infraestructura urbana, me lleva a concluir que ha ocurrido una extraña inversión de rasgos de blandura y dureza.




Las estructuras en apariencia sólidas, se modifican, rediseñan, demuelen y se reconstruyen con una facilidad y simpleza que supera largamente la modificación de ideas y convicciones.




Ejemplo de esto es lo que sucede cuando las calles se perciben estrechas para el transporte motorizado, pues resulta más fácil ensanchar las calzadas pensadas para ellos, antes que planificar modificaciones a los hábitos de movilidad de los ciudadanos. Más superficie para que los vehículos circulen sigue siendo la opción prioritaria; mientras, buscar que cada habitante consuma menos espacio público en sus traslados, aún es una línea de acción marginal, extraña, distante de las oficinas de políticos, unidades técnicas comunales o regionales.




En tanto, y al contrario de la infraestructura urbana, las estructuras en apariencia blandas, parecen blindadas, protegidas con un campo de fuerza que resiste los argumentos humanitarios y planetarios. Las ideas de quienes con sus acciones -y omisiones- están en posición de influir en la modelación de nuestro hábitat (para el caso, llamado Valdivia), parecieran inmunes al conocimiento objetivo de la contingencia local y global que amenaza la vida: cambio climático, sedentarismo, desestructuración social, ruido, congestión, muertes en accidentes de tránsito, pérdida de ecosistemas originales, pérdida del espacio público para la recreación y el encuentro espontáneo, instalación del miedo como agente regulador de la convivencia vial. Son realidades que al parecer no hacen mella en las dinámicas de toma de decisiones.




¿Causas, explicaciones?




La influencia por debajo de la mesa del mercado automotriz y el de los combustible fósiles, la vinculación entre calidad de vida y moverse menos, el estatus social asociado a un medio de transporte determinado, el sesgo de las esferas de poder que proyectan ciudades según su perspectiva y el juego político de asegurar la popularidad de las autoridades de turno en base a medidas cortoplacistas, entre otros factores, configuran esta situación que he denominado la alquimia maligna.




Y el caldo de cultivo para que estos ingredientes fragüen y acoplen con fuerza, es la apatía e ignorancia ciudadana. Es cierto que Valdivia cuenta con un batallón de vecinos organizados, cultos y activos, en comparación al promedio de las ciudades chilenas, significativo. Pero a la luz de los resultados, es aún insuficiente.




En materia de infraestructura vial, la alquimia maligna en Valdivia tiene un nuevo retoño, ya bautizado por miembros de EnBICIa2, como El Engendro. La Avenida Las Encinas, Isla Teja, paralela a la Av. Los Robles, ha sido recientemente remodelada y pavimentada. Ahora tiene 4 pistas en la calzada, rectas, anchas, y por el lado norte, sobre la acera, está El Engendro, una faja angulada y estrecha, destinada al tránsito de bicicletas, que no es más que la idiotez materializada, o un intento de burla y menoscabo para ciclistas y peatones, o un ejemplo más de ignorancia e invisibilización de sus necesidades y derechos, o el reconocimiento de que quienes se movilizan en motores son jerárquicamente superiores para los responsables de la construcción de esa vía.




O la ignorancia e insensibilidad también vive en mí y por eso no alcanzo la comprensión y menos aún la aceptación del fenómeno.




O bien todas las anteriores.




En este escenario, el proyecto “Red de Ciclovías para Valdivia”, que hasta ahora sólo vive en textos y planos en oficinas públicas y de la consultora APIA XXI IAC S.A., se vuelve más una amenaza de Megaengendro, que una obra de adelanto y mejora de la calidad de vida valdiviana.




El batallón de vecinos organizados, cultos y activos, deberá crecer, cohesionarse, organizarse, conocerse.




De lo contrario, la alquimia maligna continuará produciendo engendros de beneficio para pocos y perjuicio para muchos, presentes y futuros, humanos y no humanos.