contacto

otto.luhrs@gmail.com

domingo, 23 de noviembre de 2008

Quiero ser de paz, en ciudades de paz.

Por Otto Lührs

Soy feo, soy bello
sabio y tonto,
bueno y malo,
torpe y hábil,
soy de guerra, soy de paz
soy persona, soy hombre
soy contradictorio y cambiante.

Quisiera ser bello, sabio, bueno, hábil y de paz
pero a veces sólo puedo parecer feo, tonto, malo, torpe y de guerra

Y aquí y ahora, por sobre todo quiero ser de paz,
receptor, generador o mero agente, pero de paz.

Y siento que aquí y ahora, lo consigo, soy de paz.

Aquí, a medio camino entre Malalcahuello y el Sierra Nevada,
rodeado de estímulos de la naturaleza, colores, sonidos y olores,
el verde clorofílico, el azul luminoso;
las aves, el viento y el estero;
el aroma de los nothofagus y de la humedad en la tierra.
Ahora, en mitad del ciclotreking de la Araucanía del Sendero de Chile,
entre gente que también quiere ser de paz.
Es fácil, el que aquí y ahora me sienta de paz, es que no puedo ser de guerra.

Unas hormiga me muerden mientras escribo, me las sacudo procurando no dañarlas.
Unos tábanos me quieren sacar sangre, los espanto sin matarlos.
Al rato me dejan tranquilo, ¿me habré ganado su respeto?
Otros días maté hormigas y tábanos sin reparos.

Aquí y ahora no, pues al menos ahora, soy de paz.

Y soy yo, no otro. Soy el mismo que pelea, lucha y agrede.
Sobre una bicicleta en la calles de Viña, Valparaíso, Concón y últimamente, Valdivia.

Es cierto, a veces no queda otra, cuando la actitud defensiva se impone y me hago combativo.

(He debido detener la escritura, una pareja de coleópteros en cópula caminante de mi pantalón han pasado al cuaderno y al lápiz; ellos son de paz, incluso ya casi creo que de amor, no sé, pero no les podía interrumpir; ahora continúan su cópula en la hierba junto a mí, puedo seguir escribiendo).

Es mi vida, mi salud, mi integridad personal, mi estilo de habitar que quiero defender.
O yo o él (ella); o mi espacio para pedalear o el suyo para aplastar. Es una competencia cargada de agresividad.
Sí, a veces me siento en un yo v/s colectiveros, automovilistas, micreros. A veces no estoy sólo, es un nosotros v/s ellos.
Sea yo o nosotros, la prioridad es sobrevivir sin renunciar.
Entonces, ¿cómo ser de paz?
¿Cómo no devolver el insulto? ¿no patear la puerta del auto que se te va encima? ¿cómo no molestar el paso de la micro que te trata con prepotencia?
Entonces soy de guerra, y no quiero serlo, pero a veces me gusta, es casi un juego entre imbéciles cegados por la testosterona y la competencia.

Y ese también soy yo, el cambiante y contradictorio, a veces de paz, a veces de guerra.
¿Cómo ser tal cual soy ahora a la sombra de este coihue, cuando pedaleo en el tránsito de calle Picarte?
¿Cómo encontrar estímulos para ser de paz en las ciudades que construimos hoy?
¿Debo cambiar de ciudad?
¿Puedo cambiar a la ciudad?
¿Al menos intentarlo?

Quiero ser de paz, en ciudades de paz.

jueves, 11 de septiembre de 2008

El hombre-bicicleta o la bicicleta-hombre

Encontré este entretenido, chistoso y metafóricamente quizás, certero relato, en "El Libro de la Bicicleta", de Roderick Watson y Martin Gray. (los de la 5ª región, Chile, lo encuentan en la biblioteca de Arquitectura de la PUCV)
Si alguno se siente aludido... ja, ja, bien, pues esa es la intención.

Es incluido en este libro pero extraido , The Third Policeman, de Flann O´Brien.

En The Third Policeman (El tercer policía), el sargento Pluck explica por qué protege a sus parroquianos robándoles las bicicletas:
- Has oído hablar alguna vez de la teoría atómica? –preguntó el sargento Pluck.
- No –respondí.
El aproximó la boca confidencialmente a mi oreja.
- Te sorprendería saber –dijo con voz opaca- que la teoría atómica está haciendo estragos en esta parroquia?
- Desde luego que sí.
- Está efectuando una labor de destrucción inenarrable –añadió-. La mitad de la gente está afectada por ella; es mucho peor que la peste…
- La teoría atómica -me justifiqué- es algo que no está demasiado claro para mí.
- Michael Gilhaney –prosiguió el sargento- es un hombre casi destruido por el principio de la teoría atómica. ¿Te chocaría mucho saber que ya es casi media bicicleta?
- No hay duda de que me chocaría muchísimo…
- ¿Sabes quizás lo que sucede cuando golpeas una barra de hierro con un buen martillo o con un instrumento de forja?
- ¿Qué?
- Cuando el martillo cae los átomos se escapan hacia el extremo de la barra y allí se juntan y se amontonan como huevos debajo de una buena gallina ponedora. Después de un ratito en el curso del tiempo, comienzan a moverse e intentan llegar a donde estaban anteriormente. Pero si continúan golpeando la barra bastante tiempo y con bastante fuerza, entonces no tienen la menor oportunidad de recuperar su posición anterior y, ¿qué ocurre entonces?
- Desde luego es una buena pregunta.
- Pregunta a un herrero cuál es la respuesta correcta y te dirá que la barra se desvanecerá gradualmente si continuas dando esos duros golpes. Algunos de los átomos de la barra pasarán al martillo y ala otra mitad pasará al yunque, o a la piedra, o al artículo que hayas colocado debajo de la barra.
- Eso es verdad como un templo –asentí.
- El resultado puro y simple de esto es que la gente que se pasa la mayor parte de sus vidas montados sobre bicicletas de hierro que ruedan sobre los caminos pedregosos de nuestra parroquia tienen la personalidad mezclada con la personalidad de sus bicicletas como resultado del intercambio de átomos, y te sorprendería saber el número de personas de este pueblo que ya son mitad hombres y mitad bicicletas.
Dejé escapar una expresión de asombro que sonó en el aire como un pinchazo repentino.
- Y aún más sorprendente es sabe el número de bicicletas que son mitad humanas, mitad hombres, mitad parte de la humanidad…
- Y cómo se comportan esas bicicletas-hombre?
- ¿Esas bicicletas-hombre?
- Quiero decir esos hombres-bicicletas o como se llamen… me refiero a las que tienen dos ruedas y un manillar.
- El comportamiento de una de esas bicicletas que tiene un gran contenido de humanidad es muy chocante y verdaderamente sorprendente. Nunca puedes verlas moviéndose ellas solas, pero te las encuentras inesperadamente en los sitios más insospechados. ¡No has visto nunca a una bicicleta que esté apoyada cerca de una chimenea caliente cuando la leña chisporrotea?
- Sí, claro.
- ¿No muy lejos del fuego?
- Sí, sí.
- ¿Suficientemente cerca como para escuchar la conversación de la familia?
- Sí.
- Desde luego no están a mil o dos mil kilómetros de donde se guardan los comestibles.
- No me había dado cuenta. ¿Quieres decir que las bicicletas comen comida?
- Nunca se les ve comiendo, nadie puede sorprenderlas cuando están masticando un buen filete. Todo lo que sé es que la comida desaparece.
- ¿¿Cómo??
- No es la primera vez que he encontrado migajas en la rueda delantera de algunos de esos caballeros…
- ¿Y cómo puedes saber que un hombre tiene buena cantidad de bicicleta en sus venas?
- Si tienen más del cincuenta por ciento lo puedes asegurar sin la menor posibilidad de error por su forma de caminar. Anda de forma rápida y deslizante y nunca se sienta, siempre se apoya contra la pared con el codo y permanece toda la noche en la cocina en lugar de irse a la cama. Si caminara despacio o se detuviera en medio de la calle se caería y sería alguien de afuera quien tendría que levantarlo y ponerlo de nuevo en movimiento. Este es el estado en que se encuentra el pobre cartero y no ceo que pueda salir nunca de él.
- Nunca más volveré a montar en bicicleta –concluí.
(Flann O´Brien, The Third Policeman)

domingo, 7 de septiembre de 2008

El Hombre… ¿es la medida de todas las cosas?

Por Otto Lührs

Esta simple y significativa máxima atribuida al filósofo griego Protágoras, utilizaba, según lo que el sentido común me sugiere, el término “hombre” de manera genérica, es decir, considerando a cualquier ser vivo que por características espirituales o genéticas, pueda ser catalogado como ser humano: anciano o niño, mujer o varón, rico o pobre, sano o con alguna discapacidad, caminante, ciclista o transportado por medio de motores.
Y siguiendo lo que el sentido común me sugiere, creo que la repartición u organización de los espacios públicos destinados a la movilidad de la población urbana, debiera seguir esta misma visión de hombre, integral, sin excluir a nadie.
Pero luego interpreto la visión de hombre, sostenida consiente o inconscientemente, por las autoridades que a través de la historia de nuestras ciudades han intervenido en la conformación de nuestros espacios públicos, y concluyo una triste y espero que modificable máxima: El hombre, en cuanto se transportA en auto, es la medida de todas las cosas.
A partir de esta reflexión, manifiesto que las luchas ciudadanas pro-ciclistas, abocadas solamente a conseguir ciclovías, se guían por una ambición extremadamente simplista, limítrofe. Es como conformarse con migajas, aceptar un “es lo que hay”.
La lucha es más profunda, es un cuestionamiento a la idea de “modernidad” que está imperando en la organización de nuestras ciudades, es rescatar ese estilo de ciudad más humana y amigable que tanto añoran nuestros abuelos, es valorar el caminar o pedalear como oportunidades cotidianas de encuentro espontáneo con las personas y el entorno, en resumen, es lograr que el hombre, en todas sus manifestaciones, sea la medida de organización de nuestra ciudad.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Reflexiones de un sábado por la tarde

Por Otto Lührs

Me escribe hoy una amiga desde Viña…

“Me encantaría volver a ser "joven y vital" pero cuesta, sabes? Yo siempre fui tan deportista y ahora estoy echa una vieja e'mierda... que apenas camina.... y cada vez que digo... "voy a salir en bici", siento que tengo otras cosas que hacer y/o siento que esta ciudad cada día te deja menos espacios...”

En fin...
fue la reflexión del sábado pr la tarde..... "

Le respondo desde Valdivia…

“Pues déjame completar esa reflexión...

Acabo de llegar caminando desde mi casa a mi of en la Isla Teja,
y en el camino decidí alargar un poco la ruta para llegar a través del Jardín Botánico y aprovechar de gozar esta lluvia que para variar un poco está cayendo,
y en el camino venía pensando en la cantidad de gente que invierte millones en autos, entre otros motivos inventados, para capear la lluvia, para LOGRAR privarse del placer simple de caminar bajo la lluvia.
Y lo más irónico es que estoy seguro que algunos de esos que se mueven en auto, a veces de los más caros, considerarían un exceso una inversión en equipo impermeable de buen nivel para la vida cotidiana en Valdivia. Si, es verdad, calzo y visto cerca de $150.000 y así evito tener que usar auto.
¿Cuánto invierte un dependiente del auto?
¿Cuánto pierde por esa dependencia?
¿Cuánto perdemos todos por esa dependencia?
Caminé 20 deliciosos minutos y llegué absolutamente seco y feliz.

Eso de hacer deporte o ejercicio, no es cosa que dependa de horarios preestablecidos, ni de tener tiempo libre. Puede ser perfectamente parte de la vida cotidiana, entonces surge espontáneo y natural, si en el fondo es lo que siempre el ser humano hizo hasta que al señor Ford se el ocurrió masificar el auto con su modelo T...

la T será de Tontera?

Caminar, pedalear, patinar, como transporte diario urbano, y se acaban tantos males...

Y eso de que la ciudad cada vez te deja menos espacios, es cierto, pero ojo, la ciudad la hacemos todos, ya sea por acciones u omisiones.

lunes, 12 de mayo de 2008

Saber sumar

Por Otto Lührs

Es más que encontrar el resultado de la adición de ciertos valores expresados numéricamente, que han sido ordenados irreflexivamente u reflexionados por terceros.
Saber sumar incluye el paso previo de determinar qué valores sumar.
Si se hace esta suma sabiamente, limpio de influencias comerciales consumistas propias de la cultura decadente que idolatra la comodidad y el mínimo esfuerzo, entonces la comparación entre los medios de transporte sostenibles (público, bicicleta o peatonismo) v/s el auto particular, no resiste defensa alguna a favor de este último.
Ni con mirada desde la justicia social
Ni con mirada desde la salud de la población
Ni con mirada desde la salud planetaria
Ni con mirada desde la conformación de redes sociales urbanas
Ni con mirada desde la estética urbana
Ni con mirada desde la economía de cada persona
Ni con mirada desde la distribución y uso eficiente del espacio público destinado a la movilidad de los ciudadanos
Aunque quizás sí desde la mirada del que está detrás del volante preocupado de cubrir rápida y cómodamente (¿o flojamente?) el trayecto desde su origen a su destino, en una mirada a nivel ocular y de ideas, limitada por techos, puertas y parabrisas, contaminada con humos y ruidos y por la creencia impuesta de que el auto determina el status.
¿Cómo es posible que al recorrer nuestras ciudades con la percepción intencionada hacia este fenómeno, se constate tan profundamente que esta última mirada sea la predominante?

Habrá que enseñar a mirar, habrá que enseñar a sumar.