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viernes, 4 de febrero de 2011

Incremento de la oferta de espacio vial o reducción de la demanda de espacio?

Por Otto Lührs, más aporte de Carlos A. Gonzáles G.




Hay noticias o anuncios amenazantes que ante la alta probabilidad de que se hagan realidad, dada la irreflexiva dinámica de búsqueda y realización de "soluciones viales" que misteriosa –o sospechosamente- ilumina el accionar de nuestros cabecillas sociales, públicos o privados, de verdad me asustan.



Entre estas amenazas, está en Valdivia la ampliación a 4 pistas del puente Valdivia (hacia la isla Teja), o incluso, en vez de ello, un túnel por debajo del río Valdivia desde el Obelisco a la Av. Los Robles. Y el fin de semana último, en un el Mercurio de Santiago, vi publicado un mega plan de infraestructura vial para Viña del Mar y alrededores, nuevamente con la inspirada dirección del Sr. Osvaldo Urrutia de la SECPLA de esa ciudad.



La tesis en la que afirmo mi postura crítica hacia estas políticas viales, en la lógica "a mayor demanda de espacio vial mayor oferta" es la convicción de que el parque automotriz tiene un comportamiento análogo al de los gases (además de apestoso), es decir, se acomoda al recipiente (calles, avenidas) que lo contiene; crece el recipiente entonces crece el parque automotriz, ya que actúa la "La Tragedia de los Comunes" de Garret Hardin (ver http://www.eumed.net/cursecon/textos/hardin-tragedia.htm); eso sí, con una altísima capacidad de compresión y cobrando un elevado costo a la calidad de vida de TODOS los ciudadanos, no sólo para los que transportándose en vehículos motorizados particulares colapsan las vías y justifican supuestamente el que se amplíen. La ampliación genera una sensación de mejoría, pero esta es temporal y transitoria, pues el aumento de espacio vial es uno de los estímulos más eficientes para que más personas compren y usen auto y al tiempo, nuevamente el espacio se hace estrecho, y pareciera que nada hubiera cambiado. Puede durar la mejora 5, 10 años, más o menos, da igual, el asunto es que equivale a aplazar un problema, no solucionarlo, es como barrer y guardar la mugre debajo de la alfombra o cerrar una herida profunda sin haber desinfectado.



Llevaba un tiempo tratando de sentarme a ordenar estas ideas y colocarlas por escrito, cuando por la red SUSTRANLAC me llega un claro artículo “El círculo de la inmovilidad urbana”, de Carlos A. González G. sobre el tema. Se refiere a la planificación del transporte desde la oferta y sus consecuencias. Cierra con algunas preguntas que invitan a un debate.



Sugiero, tomando los mismos conceptos, en posicionar una planificación del transporte desde la disminución de la demanda como punto de partida a la búsqueda de soluciones.



Espero motivar a algún lector a pensar Valdivia o la ciudad en la cual c/u vive de manera distinta a la mirada convencional.



Lo pueden leer a continuación.



El círculo de la inmovilidad urbana


Por: Carlos A. González




“Dado que el problema de la movilidad urbana radica en que cada vez hay más carros pero se construyen menos vías, la solución es tan sencilla como equilibrar la balanza, apurando la construcción de más infraestructura viaria”. Esta afirmación, aunque suene lógica, está muy lejos de ser cierta.



Lo primero que hay que decir es que si el problema fuera tan fácil de resolver ya estaría resuelto desde hace muchos años. No es un secreto que, hace ya casi medio siglo, ciudades como Los Ángeles (CA), Dallas (TX) y Detroit (MI) entre otras, optando por seguir tal lógica, construyeron grandes sistemas de autopistas. Como tampoco es un secreto que, en la actualidad, dichas ciudades no solo siguen padeciendo una gran congestión de tráfico, y múltiples externalidades negativas asociadas, sino que la situación en lugar de mitigarse, parece haber empeorado drásticamente. A pesar de su evidente fracaso, este caduco enfoque de la planificación del transporte ampliamente aplicado en ciudades norteamericanas durante los años 70, sigue enquistado en nuestro imaginario colectivo, y lo que es peor, sigue siendo la luz que guía la toma de decisiones de gran parte de los políticos locales, solo con contadas excepciones.





Desde el rigor técnico de la disciplina del transporte, la idea de resolver los problemas de movilidad sólo a partir de ofrecer más infraestructura vial al vehículo privado, es conocido como ‘planificación del transporte desde la oferta’. Es decir, un trillado ejercicio que evolucionó a partir de la regla de tres, en el cual lo que se calcula es cuántas nuevas vías o carriles deben ser construidos para que el tráfico vuelva a fluir de manera normal. En lo que no reparamos los ciudadanos del común, es que se trata de la ‘crónica de una muerte anunciada’, pues la evolucionada regla de tres también determina cuándo dicha ampliación quedará completamente colapsada, y así, unos años después, todo vuelve a empezar. De esta manera, seguiremos dando vueltas en este pernicioso círculo de inmovilidad urbana.





El pequeño detalle, insignificante para algunos, es que el espacio para vías en la ciudad no es infinito, de hecho es un recurso escaso. Así, una vez hayamos utilizado todo el espacio disponible descubriremos, sin ninguna sorpresa, que el parque automotor ha seguido creciendo a un ritmo aún mayor, tanto por la expectativa de que se contará con más vías, como por el gran impulso que le da al sector automovilístico el crecimiento económico. En tal escenario, resulta evidente que los efectos de la congestión ya no son iguales sino aún peores; que la velocidad media en automóvil, como ocurre en el centro de New York, es similar a la que, 100 años atrás, tenían los carruajes de caballos; que las atestadas autopistas de dos pisos, como en Ciudad de México, son un monumento al despilfarro; y que los peligrosos niveles de contaminación, como ocurre en Santiago de Chile, nos impedirán salir a la calle unos cuantos días al año. ¿Futurismo sin fundamento? No, simplemente, la escueta descripción de una triste realidad.





Para aquellos a quienes los análisis basados en argumentos urbanísticos y ambientales no les despierta el mismo respeto que los realizados desde el ‘pragmático’ enfoque económico, solo resta recordarles la frustración de los contribuyentes al ver cómo después de grandes inversiones en infraestructura viaria, el problema de la congestión rápidamente reaparece e incluso parece más grave. Así, los propietarios del preciado vehículo privado reclaman a su alcalde soluciones rápidas, y éste, para no perder popularidad entre sus futuros votantes, se apresura a rascar las ya precarias arcas locales con tal de proveer más ‘vías rápidas’. Otro pequeño detalle, insignificante si se quiere: no solo el presupuesto de la ciudad es limitado, sino que el destinado para infraestructura, en el círculo de la inmovilidad, es siempre insuficiente ante la insaciable demanda de inversiones del vehículo privado.



Solo queda entonces echar mano de artilugios como ‘Megaobras por Contribución de Valorización por Beneficio General’ y ‘Autopistas urbanas por concesión con peaje electrónico’, que lo único que harán, salvo contadas excepciones en las que se trata de obras realmente necesarias, será consumir más suelo urbano y aportar más vehículos a la ciudad.





¿Será que en Colombia tenemos que llegar hasta tal punto de caos y despilfarro para darnos cuenta que abordar los problemas de movilidad urbana desde el enfoque de la oferta, no conduce a ninguna parte? Y si tal enfoque no funciona ¿qué alternativas hay? ¿Estamos a tiempo de reorientar el rumbo, y evitar recorrer el largo camino de equivocaciones de ciudades norteamericanas que algunos intentar vendernos como modelos dignos de imitar? Sin duda se trata de una urgente y prometedora discusión que recién empieza.





* *Consultor e Investigador en Movilidad y Urbanismo*.



PhD (c) Estudios Urbanos, Universidad de Cambridge.



www.carlosagonzalez.org



Disponible en:



http://www.dinero.com/opinion/opinion-on-line/circulo-inmovilidad-urbana_83213.aspx









La muni de Viña del Mar movió letrerito de la Ciclovía Salinas-Reñaca… y qué?


Por Otto Lührs




La instalación del letrero comentada en la ENTRADA anterior (La Maligna Alquimia germina en Viña del Mar), habla de desdén, falta de respeto, desconsideración y/o incompetencia técnica en vialidad urbana. A mí al menos, no me contenta un cambio de ubicación de ese cartel, dado que ante tan graves hechos, lo que corresponde en un contexto de actuar serio y profesional, es:





1º análisis de la génesis del hecho, preguntarse y responder ¿cuáles son los factores existentes en la gestión pública del municipio de Viña que permiten que esos hechos ocurran? ¿por qué surgen evidencias que hablan de protocolos, estándares de intervención de vías urbanas, diferenciados para motorizados, ciclistas y peatones? ¿el problema está en los reglamentos internos? ¿en las personas que los aplican? ¿en sesgos de las visiones de ciudad de quienes gobiernan o tratan de obedecer a los que gobiernan? ¿han visto alguna vez un letrero para ciclistas obstruyendo una vía motorizada? Nunca!!! ¿por qué? ¿o una intervención de calle que la corte al 100% y que no contemple la implementación de una alternativa para los motorizados afectados? ¿Y por qué esto sí es normal para ciclovías y aceras?



Si no se detectan y modifican los factores que operan a favor de estos sinsentidos, estos seguirán ocurriendo, y el activismo ciudadano pro movilidad sostenible se reducirá a señalar amablemente a las autoridades donde están metiendo las patas para que por favor si fuera posible y no mucha la molestia arreglen sus condoros.



¿Atacar el problema implica sólo solucionar sus efectos o identificar la raíz e intervenir desde ahí para que vuelva a suceder?





2º si hipotéticamente ocurriera lo que describo arriba, de analizar causas y corregir de raíz el problema para procurar que no siga sucediendo, corresponde pedir disculpas públicas, por el letrerito, por el tiempo que duró el hoyo con arbolito recién reparado en la acera llegando a Reñaca, por el mal diseño de la ciclovía en los tramos con estacionamientos de autos entre Salinas y Viña, por el cruce asesino que diseñaron con la venia de Osvaldo Urrutia en el paso bajo nivel de Jardín del Mar y un largo etc.





Admito que en mis comentarios hay algo de molestia personal, casi me atrevo a reconocer un dejo de rencor, dado que a los señores Alamiro Arias y Osvaldo Urrutia los conocí como ineptos y con un desprecio solapado hacia el ciclista, sólo doran la píldora pues el tema es moda y políticamente correcto. Pero esta confesión no invalida creo lo que señalo. Reitero lo que ya manifesté, para el municipio de Viña y en especial para estos señores, la cicloinclusión no es más que un maquillaje para su hueca "Viña ciudad bella"